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Fin de curso

Mañana hará justo un año que pasé el día en esta ciudad, frente a los ojos, la sonrisa y el abrazo de alguien para quien, dijo ella, yo era lo mejor que le había pasado nunca. Fue una lástima que, cuando llegó el momento de saltar, se quedase clavada a la tierra y me dejase cayendo al vacío sola. Todo lo que vino después no se lo deseo a nadie. Pero debo darle las gracias por una cosa: de no ser por ella, tal vez yo no estaría en Madrid. Y en Madrid me han ocurrido muchas cosas buenas. Como el Taller de Escritura Creativa de Clara Obligado, mi refugio semanal desde que llegué hace nueve meses.

Comencé en febrero (yo siempre llego tarde a la vida, en general). Semanas después, supimos que el Taller publicaría para la Feria del Libro una antología de relatos escritos por los alumnos. El tema sería el de este curso: el amor, en cualquiera de sus posibilidades (menuda puntería la suerte conmigo, también te digo). Obviamente, yo escogí el duelo, porque era de lo único que podía escribir entonces. En marzo hice la primera lectura.

Esta es más o menos la historia detrás de El hueco, un relato que no subiré al blog para que busquéis la antología y la compréis (es un libro precioso, por fuera y por dentro). Se lo he dedicado a ella, esa misteriosa L., porque es lo único mío que le va a quedar. No sé si fue una cobarde o una mentirosa, pero resultó que lo mejor que me ha pasado a mí es que no me eligiera. Me ha costado lo mío, pero sigo adelante atendiendo a lo que me piden las tripas y ya espero ilusionada el próximo curso, con otra nueva aventura. En El hueco que ella dejó aún hay días que silba el viento y hace frío. Pero lo habitual es que ya no suceda nada.

Lo que sí sucederá es que, el sábado 10 de junio, estaremos mis compañeros y compañeras del Taller de Clara Obligado, junto con Camila Paz Obligado, nuestra profe, en la caseta de la librería La Mistral firmando esta antología. Y es algo que me tiene muy emocionada: mi primera Feria del Libro en Madrid y resulta que la voy a vivir desde dentro. Así que, por favor, venid. Es algo que hemos hecho con mucho amor. Y además, no sé vosotros, pero yo, donde veo un hueco, pongo un libro 😉

El tito Raymond estaría orgulloso. Espero que mi abuela también lo esté del uso que hago de sus apellidos…

Gracias por esta experiencia, Clara y Camila. Y a todos mis compañeros y compañeras, por las meriendas y los vinos, y por enseñarme tanto.

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