Canta Valeria Castro y recito yo entre medias:
Guarda sobre el que es su propio techo
todos los justificantes de los hechos,
Guarda una maleta por si hay que partir.
La maleta ya espera
la travesía a la vuelta de la esquina.
Los hechos con justificante,
pero sin justificación,
serán pago por errores pasados,
algún tipo de justicia injusta,
justamente, por la torpeza.
Suena en su cabeza un eco que aún arrastra,
una misma historia siempre la desgasta,
cansada de justificar cómo vivir.
Cansada, desde luego.
Y lo otro, también.
Y se ha enterado,
después de mil batallas, que la vida pasa a un lado.
Y es el invierno,
el que, después de noche y noche, la ha callado.
Es lo más duro de la caída,
el suelo frío despertándote
del sueño,
devolviéndote
a la realidad.
Grita a viva voz, que no hay para microfonía.
Canta de pulmón, tu historia no se desafía.
Eres aliciente, eres lo que le hace falta a la gente.
Ay, guerrera, yo te llevaré en el alma la vida entera.
Se acabó el silencio sumiso.
El que canta reza dos veces
y su mal espanta.
De la gente a la que le hago falta
nada me falta
y ése es mi aliciente.
Guerrera con tatuajes,
tatuados en el alma
(y en la piel)
para el resto del abordaje.
Ir a la ventana antes que rompan el cristal,
es mejor arder en llamas, antes que callar,
porque vivir no es vivir si hay que vivir huyendo de uno más.
Se acabó el silencio obediente
y el miedo al vacío:
cuando se huye, se huye de una misma.
Saltar o morir en vida.
Y acabo entendiendo un mensaje sincero:
cuídate, cariño, hazlo por ti primero,
que, a poquito que empieces, nadie te podrá apagar.
Pegamento y embalaje,
compañeros de viaje,
contra choques y sumergible,
brillante en todas partes.
Y se ha enterado,
después de mil batallas, que la vida pasa a un lado.
Y es el invierno
el que, después de noche y noche, la ha callado.
Decía Camus:
«El mundo volvía a empezar todos los días
en una luz siempre nueva.
¡Oh, luz! Es el grito de todos los personajes
puestos frente a su destino en el drama antiguo.
Ese recuerdo último
era también el nuestro
y ahora yo lo sabía.
En medio del invierno venía a saber
que en mí había un verano invencible».
Grita a viva voz, que no hay para microfonía.
Canta de pulmón, tu historia no se desafía.
Eres aliciente, eres lo que le hace falta a la gente.
A la gente que no se aleja,
que permanece,
que nada le falte
y menos de mí.
Ay, guerrera,
yo te llevaré en el alma la vida entera.
Todo el tiempo.
Me llevo dentro.
A mí, que me merezco felicidad y nadie más que yo me la va a dar.
© Vicente Ruiz, 2022