Tú no lo sabes,
pero en tu risa está el sol.
Ilumina, como el sol.
Es cálida, como el sol.
Y da la vida, como el sol.
Y yo me despierto
cada mañana
buscando tu risa
con el mismo impulso con que alza
su corona el girasol.
Tú no lo sabes,
pero en tus manos está el bien.
Sanan, como el bien.
Abrigan, como el bien.
Y acompañan, como el bien.
Y yo las busco
para llenar las mías
con la misma urgencia
con que un gato se refugia
en el regazo de un niño.
Tú no lo sabes,
pero en tus ojos está el firmamento.
Infinitos, como el firmamento.
Oscuros, como el firmamento.
Fascinantes, como el firmamento.
Y yo los miro
para encontrarme en ellos
con el mismo anhelo
que el conquistador
de nuevos mundos en el mar.
Tú no lo sabes,
pero en tu alma está la mía.
Con la tuya late la mía.
Con la tuya respira la mía.
Con la tuya siente la mía.
Y yo la dejo libre,
igual que el pájaro que vuela
y se posa en una rama y no en otra,
y allí anida y no en otra,
porque es allí donde ha de estar.
© Vicente Ruiz, 2022